Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Luna de Robinson

Alquilé aquella casa para pasar unas semanas.
Ansiaba soledad, ver el cielo abierto y escuchar el Mar.
Tras prolongados periodos de vida urbana empiezo a sentir un cierto terror entre la multitud y necesito apartarme.
La casa estaba en una franja de costa rocosa y había una pequeña playa cercana que sorprendentemente pasaba aún inadvertida, en temporada baja solamente algunos naturistas aparecían por allí los raros días de Sol.
En aquel lugar quería aclarar mi mente y poder escribir desde el interior evitando el ruido del mundo. A veces en mi soledad buscada sentía ganas de entablar conversación con aquellos visitantes, escuchar sus historias y sus inquietudes, pero mi timidez y su desnudez hacían difícil aquel acercamiento.
Por las noches solía contemplar el mar desde la terraza, la espuma blanca se rizaba incansablemente una y otra vez, el murmullo del agua al retirarse entre los guijarros me daba la sensación de tranquilidad que había ido a buscar.

Una noche miraba el mar como de costumbre, había luna llena, solamente algunas nubes alargadas cruzaban rápidamente por el disco blanco, el mar bajo la luna parecía de plata, la playa aquella noche estaba completamente solitaria. La brisa poco a poco fue tornándose en viento y empezaban a formarse pequeños remolinos en la arena, de pronto algo diferente me llamó la atención, algo anormal había entre las olas.
La curiosidad me hizo salir de la casa, bajar por la empinada senda hasta el agua.
Allí viví algo que aún no me deja dormir, algo que ha dejado un recuerdo imposible en mi memoria, y que me aterra por su singularidad. Dicen que algo extraño solo deja de asustarnos cuando ocurre dos veces, y aquello nunca más se ha vuelto a repetir.
Entre la espuma blanca me pareció advertir una cabellera larga y lisa, me metí en el agua para acercarme y de improviso emergió a cierta distancia la cabeza blanca de un caballo, al poco se volvió a hundir. Llegué al sitio donde vi la cabeza pero ya no estaba.
Es difícil saber donde estamos cuando carecemos de referencias, y en medio del mar nos sucede esto, también en la soledad perdemos otro tipo de referencias que nos guían por el mundo real, en la soledad no necesitamos fingir porque no hay de quien protegerse excepto de nosotros mismos.
Continué un poco más hacia lo profundo pero no veía nada, ante esto decidí regresar a tierra.
Andando con el agua al cuello tropecé con algo, recibí un golpe en el muslo, toqué y palpé el lomo de un animal, aceleré y en esto el agua empezó a alborotarse, empezaron a emerger cascos y cabezas de caballos. Me giré mudo y horrorizado hacia el espigón cercano, allí observé una sombra, una silueta humana que gesticulaba levantando y estirando los brazos, formaba figuras geométricas, poligonales que se recortaban contra la claridad lunar. Pensé que aquella angustia e impotencia debe sentir un náufrago en medio del mar, la distancia que me separaba de la tierra se volvía infinita, tropezaba, me hundía y emergía repetidamente en una carrera imposible, yo mismo debí parecer uno de aquellos caballos. Nunca me he sentido tan frágil ni tan vulnerable.
En aquel trance creí en todo lo que se puede creer, la realidad y la fantasía se fusionaron en un solo mundo, Poseidón y Godzilla eran tan reales como el agua en que estaba, sentía que todos los seres sobrenaturales me contemplaban.

No sé como lo conseguí pero al fin pude alcanzar la arena, fatigado por el miedo permanecí tumbado viendo el grotesco espectáculo que había entre las olas.
Al rato desapareció la luna tras una nube y el mar volvió a la calma. Me puse en pie y regresé a la casa subiendo para aquel escarpado sendero que zigzagueaba entre pinos retorcidos, en el umbral, confundido, mientras me palpaba la camisa empapada buscando las llaves tuve la extraña sensación de no haber encontrado algo que había ido a buscar a aquella playa.
Me acosté totalmente agotado, tanto que aquella noche dormí profundamente.

A la mañana bajé corriendo a la playa nada más despertar, pensé si todo había sido un sueño, más bien pensé que todo debía haber sido un sueño. Nuestra mente no puede ver lo que no entiende y aunque nuestros ojos lo vean, ella se encarga de disimularlo, justificarlo, explicarlo de acuerdo a la lógica. A solas nuestro pensamiento puede volar libremente, pero ante los demás no podemos hacer el ridículo.
Estos pensamientos me tranquilizaron y me sentía más seguro de mí mismo, inexplicablemente me sentía alegre por estar vivo y ver salir el Sol como un círculo enorme y naranja sobre el Mar, me sentía absurdamente agradecido al mundo entero. Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte, tal vez somos más felices cuando tomamos conciencia de que todo es pasajero y que todo lo que tenemos y somos puede desaparecer en cualquier momento.

Al girarme descubrí que en la arena había huellas de cascos, aquello me inquietó solo un instante, tal vez alguien pasó cabalgando de madrugada pensé,…

…o simplemente se tratara de caprichosos dibujos del viento.

5 comentarios:

Marta Noviembre dijo...

Interesante...

Recuerdo haber leído por ahí algo sobre el tremendo peso simbólico del caballo en todas las culturas del mundo. Para la mayoría representa el poder de las fuerzas naturales para transformar el mal en bien, aunque es un símbolo complejo y ambivalente. Tiene tanto el caballo de animal funerario como de símbolo del movimiento cíclico de la vida, el portador de vida o muerte.

Tu relato me ha echo recordar a mi animal favorito y a mis dos teorías preferidas respecto a él:

El psicoanálisis ve en el caballo el símbolo del psiquismo inconsciente o la mente no animal, memoria del mundo y del tiempo, de color blanco representaría el instinto dominado, controlado.

En los textos búdicos como en los hindúes, los caballos son sobretodo símbolo de los sentidos enganchados sin remisión al carro del espíritu, a no ser que la guía consciencia dirija su marcha.

Mmmmm... No sé que ha podido significar ese sueño o realidad tuyo, pero creo que hay algún proceso en marcha por ahí.

Un beso

Adrià dijo...

Ufff…escalofriante, una mezcla de valor y oscuridad, desde luego tu sueño/realidad es compleja y no deja indiferente, sobretodo por como la relatas.

Tío recuérdame que no te deje mi perro en custodia!... (que no tengo), fuera bromas me quedo con muchas preguntas, pero no me quedo indiferente.

Cuídate tío!.

Tesa Medina dijo...

Me parece un relato maravilloso, lleno de simbolismos. Con una atmósfera que me atrapa y que he buscado en mi imaginación muchas veces. La soledad absoluta en un paisaje salvaje, las ganas de que alguien me cuente su historia, la timidez, el mar, la noche, los caballos poderosos, asustadizos e imprevisibles pero bellos.

Y por último, el sol como elemento purificador que borra los miedos que se intuyen en las sombras, nuestros propios miedos.

La felicidad de las pequeñas cosas que alivia por un instante el desasosiego.

Me ha encantado.

Besos.

Nosotras mismas dijo...

Me llevo tu post, con permiso, para leerlo más tarde (las obligaciones, me hacen posponer los buenos momentos)

Saludos.

Adrià dijo...

Que en el chiringuito??..

Que tenemos sed chico!