Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

lunes, 28 de enero de 2008

Es bueno hacer esto

Me gustan estas mañanas que nos levantamos sin prisas y llenamos la mesa de bocetos y los vamos cambiando de posición pensando en la exposición y me pides títulos y se me ocurren tonterías y entre todas ellas aparece algo bueno, algo que se sostiene.


Es bueno hacer esto.

Tengo un brazo verde y otro naranja
cuando te cojo
y respiras
rozando tu nariz en mi cuello.
Tengo un brazo verde y otro naranja
cuando clavas tus dedos
en mi espalda de arena.
Tengo un pájaro amarillo en mi hombro
que me canta en este verano de Enero,
y me dice:
deja que las flores crezcan
sobre tu guitarra de cristal,
afina sus húmedos rayos
de Sol azul
y deja que sus acordes
lo inunden todo.



Dedicado a Adrià,Isabel,Marta y Tesa.

Es extraño como se puede sentir aprecio, un aprecio sincero que se nota en la entrañas, por personas que nunca has visto, con las que nunca has hablado cara a cara. Es extraño como coinciden sensaciones, situaciones vividas que se interiorizan de la misma manera, a pesar de la distancia, el sexo, la edad y la variedad del entorno.
Es muy extraño pero tenía ganas de decíroslo.

Un extraño y sincero aprecio, eso es.

Es lo que siento.

viernes, 25 de enero de 2008

Dejemos de jugar

Cuando acabo de escribir alguna historia o alguna poesía intento no pensar más en ella, no quedarme en eso, pero vuelve y vuelve, y la maldigo, y acabo odiándola, y la desprecio y a veces deseo no haberla escrito nunca.

Ahora un poema:

La vida no tiene pinta de cambiar.

Levántate,
vamos a preparar el café,
con una gotita de leche
como nos gusta,
espera un momento,
ponte encima de mí,
déjame que te coja la cintura.
Me gusta apretarte con mis brazos
cuando estás ahí encima.
Me gusta que tu pelo y tu sonrisa caigan
sobre mi cara.
¿por qué estás conmigo?
¿por qué tengo tanta suerte?
Vamos ya,
tomemos café en la terraza,
hace buen día
y la vida no tiene pinta de cambiar.

miércoles, 16 de enero de 2008

Son gente que come morcilla

Alguien que no viene a cuento en esta historia nos había comentado que el carnaval de aquel pueblo era tremendo, increíble.
- Son gente que come morcilla. Nos dijo.

Teníamos que ir.
Pillamos el autobús y allá nos encaminamos por una carretera estrecha y en mal estado a 80 kilómetros por hora.

El "Francés", que en realidad no había estado nunca en Francia, era de padre francés y madre española, tez morena, ojos claros, nariz larga y gancho con las chicas, demasiado sibarita para algunos sitios que frecuentábamos, por ello nos acompañaba a Q y a mí solo en contadas ocasiones. Aquella era una de ellas.

Q era un ser impredecible, una temeraria caja de sorpresas, una bomba siempre a punto de estallar, fiel amigo y compañero hasta la muerte, la cual por cierto me hizo rozar en más ocasiones de las que hubiese querido.

En un pueblo antes de llegar subió una mujer con un cesto y vendía peladillas, turrón, rosegones.
No compré nada pero me gustó que subiera y ver como la gente le compraba.
Llegamos al pueblo, estaba abarrotado, había venido gente de todos lados, nos dirigimos enseguida a la plaza donde estaba el mogollón. Allí en medio había una morcilla descomunal.

Una inmensa y santa morcilla encima de unas andas.

Teníamos ante nuestros ojos el entierro de la morcilla.
Unas mujeres repartían bocatas y vino y nos pusimos en cola.
Aquella visión, más que visión fue una auténtica revelación, allí estaba la morcilla (sangre al fin y al cabo) como en un altar y en una mano teníamos el pan y en la otra el vino tinto, y en el pan el Francés y Q llevaban tocinillo y longanizas pero yo había pedido morcilla, morcilla con ajoaceite porque había comprendido que aquello era una auténtica comunión de almas y había que formar parte todos a una de la gran morcilla.
Al acabarnos los bocatas compramos de postre una botella de mistela, demasiado dulce para mi gusto.
Nos unimos a la fiesta, había peñas festeras y en cada peña iban disfrazados de la misma manera, un ambientazo. Había comparsas y una banda tocaba en medio del gentío a pesar de que apenas se podía oír la música debido a los silbatos y las risas.
Al girar una calle vimos unos tíos de una peña que bailaban metidos en un dragón y nos fuimos bailando detrás de ellos.
Vieron que había hueco para aparcar en la puerta de una bodega y allí que aparcaron el dragón entre dos coches con una maniobra perfecta y se metieron a por prive.
Nos miramos, los tres sabíamos lo que estábamos pensando. Rápidamente nos metimos por debajo del dragón, delante el Francés, en medio Q y yo en la retaguardia y salimos a toda mecha.
El Francés miraba por 2 agujeros, Q y yo no veíamos nada.
- No os tiréis ningún pedo, cabrones.

Nos lo pasamos de miedo con el dragón hasta que al pasar por un cruce oímos:
- Ahí están.

Corrimos a toda hostia, nos seguía un grupo de tíos de una peña.
No podía verlos pero los oía cada vez más cerca y si eran los mismos de antes tenían una cara de bestias que no veas.
- Dejad este trasto y vámonos.

Salimos del dragón dejándolo cruzado en medio de la calle.
El Francés corría delante, eché en falta a Q y al girarme lo vi con el mechero en la mano.
- Estás loco tío.
- Le voy a pegar fuego.
- Una mierda, ¿quieres acabar de cagarla?.


Le quité el mechero de un zarpazo y salí corriendo, el Francés ya estaba lejos.
Q me seguía.
- Dame el mechero, dámelo.

Llegamos a una pequeña plaza y nos escondimos en un gran portal de piedra.

Allí en medio había un tío grande mirando un balcón.

Se puso a gritar.
- ¡Baja zorra!.
- ¡Puta!.
- Dile que baje que lo voy a matar.


Vino al portal donde estábamos escondidos como una exhalación y se lio a puñetazos, parecía que iba a derribar la puerta. Los tres lo mirábamos con los ojos como platos y nos apretábamos todo lo que podíamos contra el rincón y mirábamos muy serios los tres.

Parece que alguien salió al balcón, el tío retrocedió hasta el centro de la placita.
- ¡Vete a la mierda!.
- Estoy sola.
- ¡Déjame en paz!.


Vimos caer un zapato que le pegó en la frente.
Aquel se puso histérico y arremetió contra la puerta como un toro.

- Vámonos que alguna hostia nos vamos a llevar.

Salimos de allí como de puntillas, disimulando, aunque el colega estaba completamente ciego con su chica y con sus ganas de matar al otro.

Fuimos de esquina en esquina buscando otro escondrijo y llegamos a la puerta de una discoteca.

- Eso debe estar bastante oscuro, no nos verán las caras y podemos seguir con la fiesta.

Llegamos a la puerta y tiré pa dentro.

- ¡Eh!, ¿donde vas?.
- Adentro.
- y la entrada.
- ¿entrada?, pues tenía una.


dije palpándome los bolsillos del pantalón.

- Ále, a la puta calle.

Nos quedamos en la puerta acojonados, mirando para todos lados.

Nos fijamos que había gente que llevaba unas invitaciones de color naranja.

- y eso, ¿donde se coge?.
- déjalo, toma una, me sobran.
- dame tres por favor.


Entramos y el mazas de la puerta no me quitaba ojo hasta que estuve bien adentro.
Allí acabamos la noche en lo más oscuro, bailando y charrando con un grupo de pibas.

Cuando nos echaron ya era de día, teníamos que volver a la plaza para subir al autobús.
En una calle un chiquillo nos reconoció.

- eran esos, esos de ahí, los que se llevaron el dragón.
(el muy cabrito)


Salimos corriendo una vez más, menos mal que el autobús estaba esperando que subiera la gente con la puerta abierta.
Por la ventanilla vimos a los de la peña del dragón allí parados, mirándonos y no subieron al autobús porque no quisieron.
(pa qué)

Cuando el autobús movió les hicimos señas con la mano, señas de amistad y gratitud.

Sonreíamos.



La morcilla en cuestión a la brasa


A propósito de Arte y Morcillas aquí os pincho un enlace que muestra lo que es dejarse la sangre en el trabajo.

---> Bon profit <---

domingo, 13 de enero de 2008

Por piernas

He estado en el centro comercial buscando entre los artículos de electrónica, mirando las ipods, los mpcuatros, las teles extraplanas.
Había un empleado con su escáner de mano haciendo no se qué con los códigos de barra, camisa a rayas, pantalón de vestir y corbata, tendría mi edad y la cabeza rapada.
Le he estado preguntando por algunos artículos, he visto reflejada en un cristal su calvicie y mi melena sal y pimienta frente a frente. Al despedirme han venido recuerdos a mi mente, recuerdos de hace más de 20 años, allá por 1984.

Entonces mi pelo era negro y tieso, de punta.
Solía salir de noche en busca de aventuras con mi colega Q.
Recuerdo una noche, circulábamos lentamente montados en mi vespa, una vespa roja, con brillantes cromados, una vespa de época que llevaba una sirena en el tubo de escape que le daba un sonido muy peculiar al acelerar. Entonces no hacía falta llevar casco.
Circulábamos por el barrio viejo, simplemente mirando, y vimos un par de chicos cogidos de la mano por la acera, y una pandilla de 5 o 6 rapados que los abordaban, y vimos una cadena subir y bajar en el aire.
- a ver si esto os gusta mariconas.
Y aquellos dos cayeron al suelo y los patearon, y nos quedamos congelados.
Alguien gritó:
¡POLICÍA! que los van a matar, la gente empezó a acercarse cada vez más.
Y se fueron...

Y nos fuimos.


Entramos en aquella discoteca oscura, abarrotada de sudor, ojos en blanco y movimientos espasmódicos, y bailamos con los Talking heads, los residents, Afrika Bambaataa y su World Destruction, Anne Clark, los Cramps, los Cult, los Cure y su Forest, y sobre todo con los Sex Pistols y su This is not a love song.
Allí estaban aquellas chicas siniestras con la cara empolvada de blanco, el pelo cardado y los labios negros. La peña se ponía a pegar patadas en el aire con las botas militares y el humo no dejaba ver las caras.
Q había bebido más o menos lo que yo pero andaba bastante pasado, le hice una seña:
- Nos damos el piro.

Salimos y allí en las escaleras estaban aquellos tipos de los pantalones de camuflaje y la cabeza rapada. Sus piernas estiradas ocupaban todos los peldaños y había que saltarlas para poder salir. Nos miraban y se reían.
- ¿Dónde vais cucarachas?
- ¿Dónde vais nenas?
- ¿a daros un poco por el cu-li-to?

Cruce la calle y me dirigí a mi vespa apretando los dientes, Q me seguía.
Quité el candado y pegué la primera patada en el pedal de arranque.
Q estaba en mitad de la calle y se dio la vuelta:
- ¿por qué no hacéis una fila in-di-a y me la coméis de uno en uno?
Aquellos se levantaron de un salto.
Yo daba patadas en el pedal de arranque pero nada de nada.
Cogí el embrague, le quité el caballete y metí segunda.
- ¡Corre, por tu madre!
Salimos corriendo empujando la vespa, yo del manillar y Q de detrás del sillín.
Aquellas bestias se acercaban, nos iban a trincar, menos mal que arrancó.
Subimos de un salto y escapamos por los pelos, por el retrovisor vi como se paraban, de pie en medio de la calle, la cadena colgando de la mano de uno.

No paré hasta aquel horno que no cerraba en toda la noche.
- No vuelvas a hacerlo.
- No vuelvas a hacerlo HIJO DE PUTA.


Q se descojonaba, se partía el pecho en mis narices, con él las noches solían acabar escapando por piernas, delante de los municipales, repartidores de bebida, mazas de puerta de discoteca, mafiosos dueños de garitos, o pandillas violentas.
Siempre acabando la noche por piernas.
Entramos en el horno, compramos algo de comer y un par de litronas y nos metimos en la isleta en medio de la avenida bajo un grupo de palmeras. Nos sacamos la polla y meamos. Meamos con un chorro largo y enérgico, a presión, y miramos al cielo y los racimos de dátiles. Pasaban los taxis, las putas, algún perro vagabundo y coches llenos de gente alegre, unos risueños y otros ya cansados por el trajín de la noche.

Tal vez ese empleado de centro comercial fuera aquel Skin head de la cadena, tal vez ahora tenga mujer y un par de niños, tal vez sea el mismo que apaleaba maricas, mendigos y punkys colocaos.

Tal vez ahora ya no se acuerde de nada.



Con lo puesto de Lola

miércoles, 9 de enero de 2008

1984

Calma, calma a todos.
Me anda rodando o (rondando, no sé), por la cabeza unas historias viejas de mis tiempos mozos.
Hace poco me las hicieron recordar y es que casi las había olvidado, "tu eras aquel tipo", el de la chupa cuero, el forro de cuadros y más cremalleras de las que hacen falta, con los pelos pincho de a palmo, la cara angulosa y pálida y lo ojos hundidos.
Historias barriobajeras, de pandillas, punkys y otras tribus, hace ya un huevo de tiempo.
Lo mismo me sale bien que no.

Y si es que no: A LA MIERDA!.