Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

domingo, 13 de enero de 2008

Por piernas

He estado en el centro comercial buscando entre los artículos de electrónica, mirando las ipods, los mpcuatros, las teles extraplanas.
Había un empleado con su escáner de mano haciendo no se qué con los códigos de barra, camisa a rayas, pantalón de vestir y corbata, tendría mi edad y la cabeza rapada.
Le he estado preguntando por algunos artículos, he visto reflejada en un cristal su calvicie y mi melena sal y pimienta frente a frente. Al despedirme han venido recuerdos a mi mente, recuerdos de hace más de 20 años, allá por 1984.

Entonces mi pelo era negro y tieso, de punta.
Solía salir de noche en busca de aventuras con mi colega Q.
Recuerdo una noche, circulábamos lentamente montados en mi vespa, una vespa roja, con brillantes cromados, una vespa de época que llevaba una sirena en el tubo de escape que le daba un sonido muy peculiar al acelerar. Entonces no hacía falta llevar casco.
Circulábamos por el barrio viejo, simplemente mirando, y vimos un par de chicos cogidos de la mano por la acera, y una pandilla de 5 o 6 rapados que los abordaban, y vimos una cadena subir y bajar en el aire.
- a ver si esto os gusta mariconas.
Y aquellos dos cayeron al suelo y los patearon, y nos quedamos congelados.
Alguien gritó:
¡POLICÍA! que los van a matar, la gente empezó a acercarse cada vez más.
Y se fueron...

Y nos fuimos.


Entramos en aquella discoteca oscura, abarrotada de sudor, ojos en blanco y movimientos espasmódicos, y bailamos con los Talking heads, los residents, Afrika Bambaataa y su World Destruction, Anne Clark, los Cramps, los Cult, los Cure y su Forest, y sobre todo con los Sex Pistols y su This is not a love song.
Allí estaban aquellas chicas siniestras con la cara empolvada de blanco, el pelo cardado y los labios negros. La peña se ponía a pegar patadas en el aire con las botas militares y el humo no dejaba ver las caras.
Q había bebido más o menos lo que yo pero andaba bastante pasado, le hice una seña:
- Nos damos el piro.

Salimos y allí en las escaleras estaban aquellos tipos de los pantalones de camuflaje y la cabeza rapada. Sus piernas estiradas ocupaban todos los peldaños y había que saltarlas para poder salir. Nos miraban y se reían.
- ¿Dónde vais cucarachas?
- ¿Dónde vais nenas?
- ¿a daros un poco por el cu-li-to?

Cruce la calle y me dirigí a mi vespa apretando los dientes, Q me seguía.
Quité el candado y pegué la primera patada en el pedal de arranque.
Q estaba en mitad de la calle y se dio la vuelta:
- ¿por qué no hacéis una fila in-di-a y me la coméis de uno en uno?
Aquellos se levantaron de un salto.
Yo daba patadas en el pedal de arranque pero nada de nada.
Cogí el embrague, le quité el caballete y metí segunda.
- ¡Corre, por tu madre!
Salimos corriendo empujando la vespa, yo del manillar y Q de detrás del sillín.
Aquellas bestias se acercaban, nos iban a trincar, menos mal que arrancó.
Subimos de un salto y escapamos por los pelos, por el retrovisor vi como se paraban, de pie en medio de la calle, la cadena colgando de la mano de uno.

No paré hasta aquel horno que no cerraba en toda la noche.
- No vuelvas a hacerlo.
- No vuelvas a hacerlo HIJO DE PUTA.


Q se descojonaba, se partía el pecho en mis narices, con él las noches solían acabar escapando por piernas, delante de los municipales, repartidores de bebida, mazas de puerta de discoteca, mafiosos dueños de garitos, o pandillas violentas.
Siempre acabando la noche por piernas.
Entramos en el horno, compramos algo de comer y un par de litronas y nos metimos en la isleta en medio de la avenida bajo un grupo de palmeras. Nos sacamos la polla y meamos. Meamos con un chorro largo y enérgico, a presión, y miramos al cielo y los racimos de dátiles. Pasaban los taxis, las putas, algún perro vagabundo y coches llenos de gente alegre, unos risueños y otros ya cansados por el trajín de la noche.

Tal vez ese empleado de centro comercial fuera aquel Skin head de la cadena, tal vez ahora tenga mujer y un par de niños, tal vez sea el mismo que apaleaba maricas, mendigos y punkys colocaos.

Tal vez ahora ya no se acuerde de nada.



Con lo puesto de Lola

6 comentarios:

Adrià dijo...

Lo que tengo claro es que tu colega les dijo lo correcto, y si además salisteis airosos pues mejor, pero que bien te quedas cuando haces esto…

Me mola tu historia y cunado te pones “duro” jajaja…

Nos vemos pronto, macarra.

elnaveiras dijo...

joder, los colegas que te meten en líos y luego se despollan. ¡que sería la vida sin ellos!, muy buena la historia.

isabel dijo...

lo has puesto!!!!!

pues yo a Q le daría un capón
pon más!!!!



muuuuuuua

además pega un huevo con "con lo puesto" de lola

Marta Noviembre dijo...

¡¡¡Bien, bien, bien!!! ¡Quiero más de éstas! Isabel tiene razón, ¡rima un montón con el cuadro de Lola! Un beso

Tesa Medina dijo...

Unas cazadoras que pesaban tanto que te hacían ir doblado. Dependiendo de tu temperamento, cóncavo o convexo.

La vespa, los colegas, esos hartones de risas que ya nunca vuelven a ser tan intensas ni tan habituales. Sonrío mientras te leo.

Un buen relato, que cierra como un círculo por donde empieza. Redondo como la cabeza del empleado del escáner, como el cuadro de Lola.

Me gusta, Art.

Besos.

El Peruano Dorado dijo...

Te invitamos a conocer el fracaso literario menos resonante de todos los tiempos: DEMIAN FERRANTE KRAMER, EL PERUANO DORADO. Estamos en http://ferrantekramer.blogspot.com/. Esperamos hacerte reìr un rato.

Patricio