Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

jueves, 14 de mayo de 2009

Jardinería mínima


Así como había visto cierto día con un vidrio de aumento la piel de mi dedo meñique, semejante a una llanura con surcos y hondonadas, así veía ahora a los hombres y sus acciones. Ya no conseguía percibirlos con la mirada simplificadora de la costumbre. Todo se descomponía en fragmentos que se fragmentaban a su vez; nada conseguía por medio de una noción definida.

La Carta de Lord Chandos (*).

Hugo Von Hofmannsthal.

Mancha, línea y vacío, del espacio al espacio, para volver a empezar.
Íntimo, fractal sin límites, haiku sin palabras, hojas que flotan, polen que tiembla y se expande, Expansión, palabra de tintes económicos, bélicos, imperiales, periodísticos, perversa como lo íntimo en las nubes de los anuncios, como el espacio de los coches que es falta de espacio, y el aire (acondicionado). Las palabras han perdido su sentido a fuerza de usarlas, se han gastado a fuerza de asociarlas, han quedado vacías y así se me hace difícil y no quiero utilizarlas ni pronunciarlas, salvo unas pocas.



Jardinería, intimidad, recogimiento y aire, cielo, tierra y cielo, una contradicción perfecta y simple, algo que huele a paredes de papel, caminos de agua y rocas transparentes, a sincretismo mínimo, a la habitación propia, a la sombra de un árbol en cualquier rincón, de espaldas a los otros, tan solo la mancha, el color expandiéndose al azar, jugando como motas de polvo en rayos de luz de día, si es que el azar existe tal vez todo sea juego, los colores, la mirada que muta en dibujo, la complicidad del que mira. El azar es muchas cosas, tantas que se nos escapan y no podemos comprenderlo, por eso hablamos de azar y usamos el término porque es más fácil, un comodín que nos permite hablar con una sola palabra de muchas cosas. Sin embargo un mínimo de elementos componen con más fuerza, es como si la mezcla cuando es abigarrada consumiera su ser en lograr esa unión, y la unión de lo poco no consume, preserva y destaca la fuerza individual de cada cosa.

Somos limitados, herederos de una historia genéticamente inconsciente, miramos con los ojos de miles de animales que hemos sido, los estadios evolutivos nos acompañan cada día, al centro comercial, al restaurante, por la calle en nuestro coche, pero siempre en el fondo de los ojos: el jardín, el verde de la vida, las verticales envolventes de los árboles, y los colores.




Como explicar con palabras lo que es tan visual, tan ejercicio de pura estética, sutilezas del color y del material recorriendo el papel, descubriendo caminos, poniendo al desnudo que en la blancura de todo papel hay un mapa, un territorio inexplorado.

Déjame ser transparente,
déjame ser solo silueta
ingrávida sobre este jardín tan extraño

Cualquier hecho, noticia, o canción, cualquier record o marca, cualquier prenda o complemento de la temporada anterior, se desvanece aceleradamente (prêt-à-porter) en este tiempo mediático e irreal, solo el jardín permanece, se repite con el bucle de las estaciones, existe como un micromundo, un agujero negro, un vacío verde, una singularidad en medio de los lugares públicos y el tiempo económico y social.

El jardín es reserva natural de gente sentada y gatos en manada, auditorio de loros que increíblemente resisten el invierno y la contaminación, terreno de pintores de caballete y fotógrafas en cuclillas, de periódicos gratuitos abandonados en los bancos, de turistas despistados siempre blancos y rojos, siempre de pantalón corto y planos en las manos, de visitas de colegio y carritos de bebé. En mi banco, entre el Nogal Negro Americano y el Tilo de Holanda, cierro mi libro y mi vista se pierde en el fondo de los caminos que no van a ningún sitio, concebidos únicamente para ser recorridos en la penumbra de los árboles, junto al parking donde se atan las bicicletas un cartel descolorido me ofrece helados recubiertos de crocanti, y me quedo un poco más, contemplando el Bambú Dorado, el Ciprés Fúnebre, el Almez de la salida, y en mi cabeza, llegando a través de los años, empieza a sonar la melodía de Scarborough fair.


... parsley, sage, rosemary and thyme ...


Conviene saber que un jardín planeado de manera muy rigurosa, en el estilo de los parques “a la francesa”, compuesto de macizos, canteros y arriates dispuestos geométricamente, exige gran competencia, y muchos cuidados. Por el contrario, en un jardín de tipo “inglés”, los fracasos del aficionado se disimularán con más facilidad. Algunos arbustos, un cuadro de césped, y una sola platabanda de flores mezcladas que se destaquen netamente, al abrigo de una pared o un seto bien orientados, son los elementos esenciales de un conjunto muy decorativo y muy práctico. Si por desgracia algunos ejemplares no dan los resultados previstos, será fácil reemplazarlos por medio de trasplantes; no por ello se advertirá imperfección o descuido en el conjunto, pues las demás flores, dispuestas en manchas de superficie, altura y color distintos, formarán siempre un grupo satisfactorio para la vista. Esta manera de plantar, muy apreciada en Inglaterra y los Estados Unidos, se designa con el nombre de mixed border, es decir “cantero mezclado”. Las flores así dispuestas, que se mezclan, se confunden y se desbordan unas sobre otras como si hubieran crecido espontáneamente, darán a su jardín un aspecto campestre y natural, mientras que las plantaciones alineadas, en cuadrados y en círculos, tienen siempre un carácter artificial y exigen una perfección absoluta.

Así, por razones tanto prácticas como estéticas, cabe aconsejar el arreglo en mixed border al jardinero aficionado.

Almanaque Hachette (**)

(*, **) Rayuela (capítulos 102 y 134).