Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

viernes, 28 de septiembre de 2007

Es ponja.

A veces hay que empaparse, hay que ser esponja.
No estoy haciendo nada, nada más que mirar, para arriba y para abajo, sin guión, pero tengo la sensación de que esto es bueno.
Volvamos a la esponja.
Esta mañana el cielo era metálico, ha llegado pronto el otoño.
Me gusta la tranquilidad del otoño, ir en el coche por la mañana y ver a través de la ventanilla del acompañante como trabajan.
Joder!, no paran.
Siempre me pongo la radio, a veces es un coñazo, pero la dejo, como mucho le bajo un poco la voz, no sé por qué lo hago, tal vez debiera apagarla.
Hoy he visitado una fábrica donde ya no hacen lo que hacían, me han mandado a otra y al llegar he visto que se había quemado.
He dejado el coche un una isleta, he pasado saltando por encima de restos de cosas (cartones, un poste metálico doblado por la mitad medio oxidado, un trozo de tela metálica y hierba, mucha hierba), un vigilante, creo que magrebí, ha salido del coche de vigilancia.
Siempre que salto sobre la guarrería después me paro a mirarme, espolsarme, y hago una pose así estirándome como si me fueran a hechar una foto.
El vigilante me miraba nervioso como si el vigilante fuera yo en lugar de él.
- Hola.
- ¿sabes donde se han ido estos?.
- eh?.
- la fábrica, ¿donde está ahora?.
- no sé, quemada.
- ha quedado poco.
Digo asomándome para curiosear.
- eh?.
- bien, vale, hasta luego.
Cuando me dirigo a inmigrantes nunca sé si me van a entender, me crea cierto conflicto interior.

Un buen día, he pensado.
He llegado a casa antes de la una, he llenado la bañera y me he sumergido, he empezado a soñar, casi me duermo, qué gozo, es raro, mis sueños son amarillos y naranjas cuando todo el cuarto de baño va en azules y verdes, debe ser mi manía de llevar siempre la contra, no se salva ni el chapado.

Hacía tiempo que no me frotaba con la esponja.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Aún tengo todos los dientes menos uno.

Me he levantado tosiendo, y sigo. No he tostado pan, no he exprimido zumo, he salido,
camino tosiendo, ando deprisa cansado y siento el nublado. Pienso en mañana y borro el pensamiento.
Por fin es jueves. La semana que viene ya nada será lo mismo.

Llegamos y hormigueo. Tengo esa sensación en los ojos áspera, tengo la lengua seca.
Hay rincones, lugares que parecen envueltos en un burbuja, lugares donde el Sol es plácido, la tierra resplandece regada por los surtidores de goteo.
Entorno los ojos, el sueño peremne que llevo conmigo me refuerza este gesto.
Me dejo llevar, hago surfing en las olas de la vida, las olas me llevan de un lado a otro y me esfuerzo por permanecer a flote, aprovechando el viento.

Es bueno tener una meta, un proyecto, un destino, y a la vez dejarse llevar, hacer que las olas te lleven hasta él, puede que tardes más pero vives más, disfrutas más que navegando contra corriente.

Me he cansado de cerrar los ojos, quiero sentir, necesito sentir como respirar, todo lo que está a mi alcance me afecta, y así soy feliz, soy vulnerable, y quiero serlo, soy uno conmigo mismo y uno con el todo. Bebo de las hojas de las plantas.
Dios me libre alguna vez de no sentir, entonces estaré muerto.

Ahora que sé que soy una mierda me siento bien, vivo en la contradicción y me siento alegre, veo que todo se me escapa y me siento lleno.
Antes corría tras el viento y ahora es el viento quien me lleva.
El día es radiante y canta, la noche es íntima y huele a mujer y a fuego.
Ahora sí.

Me gusta mirar sereno, mirar con calma, empaparme de luz, que no se me escape nada.

Aún tengo todos los dientes menos uno.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Las estrellas de verdad también tienen cinco puntas.

Camino hasta la playa.
La mar siempre ha estado allí, sin embargo cada vez que vuelvo a ella me parece nueva, fresca, miro la luna, la luz del puerto reflejada en las nubes, las luces de los barcos en el horizonte.
Al final de la playa empiezan las instalaciones del puerto, allí hay viejos pescadores a cualquier hora mirando impasibles, pendientes solamente del hilo que les une con el mar.
- ¿ Pican?.
- Poco.
- ¿No hay suerte?.
- No.
Paso de largo, me gusta el carácter de estos hombres.
La calle rebosa de vida y de actividad.
Me siento en un bar de un cruce donde la calle se ensancha un poco, cuesta abajo, las mesas de aluminio inclinadas transmiten su inclinación a cualquier líquido sobre ellas. Tranquilamente pido un menú especial.
Un borracho sin camiseta hace como que tropieza y cae sobre la mesa donde conversan tres muchachas. El camarero sale y lo expulsa educadamente, en voz baja, el borracho habla de la constitución mientras entra en la tienda de alimentación de la esquina.
El camarero me sirve el primer plato, abundante:
- no sé si podré con él.
- claro que podrás.
La cerveza no está muy fría pero no me importa, cuando se está a gusto se disculpa incluso la temperatura de la cerveza.
El borracho sale de la tienda con una litrona en la mano, en una mesa vacía coje las aceitunas que se han dejado.
Una niña chinita se me acerca y me enseña lo que ha hecho de papiroflexia con el papel de un caramelo:
- quiero pan.
- toma.
El padre, que no es chino, me mira preocupado y se disculpa, lo miro y sonrío.
Una punky pasa entre las mesas tocando la flauta dulce.
Unos giris le dan un euro, deja de tocar y entra en la tienda de alimentación.
Unos señores mayores discuten en la mesa de al lado la diferencia entre Catalán, Valenciano, y Mallorquín. Me muerdo la lengua.
Los punkys aparecen y desaparecen, el tipo tendrá unos cuarenta años, la muchacha no llegará a los veinte. Ella intenta entrar en el bar, el camarero educadamente le niega el paso.
Una pareja de holandeses observan el espectáculo y sonríen, el hombre se parece a Jean Renau, la mujer rondará los cincuenta aunque se mantiene guapa y con la mirada llena de vida.
Leo panfletos de galerías de arte, pienso en Lola, se me humedecen los ojos.
Recojo una patata que me cae al suelo.
Los padres de la chinita y dos parejas más divagan sobre el origen de la lengua griega:
- 100.000 años tendrá.
- no 20.000.
Etimologías arcaicas.
Levanto la vista, miro el cielo y las nubes. La mujer holandesa me imita. Su marido se levanta a mear y ella lo sigue con la mirada, orgullosa.
Pienso que debo escribir, pienso que debo ponerme ciego y escribir, me gusta bucear en el fondo de las almas.
Aparece un hindú con un acordeón. Un gitano que habla inglés tocando una guitarra canta el "bésame mucho" a los holandeses, más tarde intenta cantar a las tres muchachas pero ellas bajan la mirada y comen. El gitano se va.
Aparece una mujer china ofreciendo flores, pasa por todas las mesas menos por la mía.
El camarero me trae el café, se derrama un poco debido a la inclinación de la mesa, no importa.
Pienso en las metas, en los metalenguajes y en los métodos.
Giro la vista y veo mi reflejo en un cristal, mi cara se me antoja la máscara encontrada en la ciudad de Troya y entonces comprendo que desciendo de Ulises.
Cierro los ojos y en mi interior veo unos ojos grandes de largas pestañas, no son humanos, son los ojos de un mochuelo. Se alejan poco a poco y en este movimiento se van transformando en los ojos de una mujer que me mira fijamente, una mujer que tampoco es humana.
El camarero deja el plato con la factura sobre la mesa, el sonido me hace abrir los ojos.
Pago y me guardo la factura:
- trae otro día a tus amigos.
dice ofreciéndome la tarjeta del bar.
- muchas gracias por todo, hasta luego.


(para Tennessee estés donde estés)

miércoles, 12 de septiembre de 2007

La ciudad que nunca duerme

(continúa de la entrada anterior "Círculos de luz de día")


En la calle la ciudad nunca duerme, la actividad es constante, los bares están llenos desde muy temprano. El café en el bar de madrugada es como un bautismo, te hace tomar contacto con el pulso de la ciudad. En el bar siempre hay alguien que nunca duerme, hay hombres que apoyados en la barra esperan, dispuestos a vaciarme su vida por encima, sorbiendo el café asiento sin haber entendido la mayor parte del relato mientras observo los pájaros tropicales y pienso que si no fuera por la jaula ellos sí serían realmente libres. Ninguna conciencia debe ser tan libre como la conciencia de volar, no depender del suelo ni de la verticalidad, abarcar con los brazos abiertos el espacio. Volar debe ser como abrazar el mundo entero.
Una pareja de policías entra por la puerta, en muchas situaciones la única posibilidad que nos queda es confiar, confiar y apoyar a un tercero, en esto percibimos más palpable nuestra pequeñez e insignificancia.
Ojeo la prensa de ayer, la predicción del tiempo, miro al cielo por la ventana inconscientemente, como contrastando lo que acabo de leer.
Se oye el tren en la estación cercana, la gente se apresura mientras van cerrando los paragüas. Me gusta la seriedad de la gente, la vida real es mucha más rica que lo que muestran los medios de comunicación, en cada persona habitan muchos personajes, las contradicciones personales son el gran valor del ser humano, la gente nunca deja de sorprenderme, unos de otros somos tan distintos como iguales.
Nunca comprenderé las máquinas de premio, tal vez soy insensible al placer de ver caer las monedas mientras se escucha "la cucaracha".
Temprano en el bar los ojos de las mujeres y de los hombres son iguales, no hay diferencia, en todas las miradas solo se ve un día por delante, un día más.
En la calle el aire es frío, me abrocho la chaqueta, me levanto el cuello, las manos en los bolsillos. La ciudad despierta, se pone en marcha, el tráfico aumenta por momentos, por la mañana todo el mundo es serio. Veo conductores que sufren, se enfadan. Me alegro de ser un transeúnte, dentro del coche me ahogo, en pocos sitios siento tan claramente la falta de libertad, en el coche te sientes obligado a seguir adelante, no debes detenerte, si lo haces serás insultado, reducido a la peor condición, oirás amenazas de muerte, dentro del coche es imposible contemplar nada, disfrutar de nada.
Estoy cerca del trabajo, camino un poco más despacio, reconozco una cara, hace un gesto con el brazo y saluda, sonrío, la silueta se aleja y se pierde entre la gente. Llego a la puerta, levanto la cabeza y miró el trozo de cielo que se puede mirar en la ciudad, hay nubes y claros.

martes, 11 de septiembre de 2007

Círculos de luz de día

En la cama se puede pensar.
Cuando abres los ojos por la mañana y ves el polvo flotando en el aire.
Los rayos de Sol que entran por los agujeros de la persiana hacen posible esta visión.
Cierro los ojos de nuevo y entonces soy libre por un instante. Por la noche sufrimos la esclavitud del sueño, sin embargo por la mañana somos libres.
La ventana es la boca de la ciudad, a través de ella me habla.
Nada conozco mejor que el techo de mi habitación, las ondulaciones de la moldura, las grietas en la pared, la telaraña encima del armario.
La puerta me invita a vivir, la puerta de mi cuarto es la puerta del mundo, me dará visiones y conocimiento a costa de mi libertad. Salir por esa puerta cada día es como nacer, es duro, es frío, estoy desnudo, la luz me hace entornar los ojos.
Me gustaría recordar conscientemente los sueños, aquella historia de la que he sido arrancado por el despertador, el mundo que me llenaba completamente ha desaparecido de mi conciencia, no puedo recordarlo ni con esfuerzo.
Frente al espejo repaso el día que empieza, sé cual va a ser el guión, los detalles están en el futuro.
Espero saber aprovechar los momentos, tener los ojos abiertos, espero ver el nuevo día con ojos nuevos, acabar el día con nuevos pensamientos. El motivo de cada día es dar algo al mundo y tomar algo de él, ambas cosas nos enriquecen porque van formando poco a poco, día a día nuestra identidad.


(si a alguien le gusta esta narración que empieza seguiré...)

jueves, 6 de septiembre de 2007

La canción de mi moto.

Por la mañana en la moto
se me salen canciones de la boca,
las cosas que pienso
se me cuelan en este alma de cerezo.
Hormigas en mi armario,
sueños radioactivos a tu lado.
Por la mañana en la moto,
tiempo de viajes solitarios.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Septiembre

Me marché para vaciarme,
y mis ojos se han llenado de mundo.
De vuelta en casa,
café con leche en la terraza,
el Sol que sube lentamente,
la música para levantarse,
el azul claro del cielo,
el verde fresco, vegetal,
de la tierra.
Media luna sobre nuestras cabezas
y Septiembre ante nuestros ojos.

sábado, 1 de septiembre de 2007

Gente sobre fondo azul

La gente que veo hace parapente entre dos azules,
pasean descalzos agarrados de la mano,
empujan barcas sobre troncos que ruedan,
se sientan mirando el límite del mar
con una cerveza fría sobre la mesa.
La gente que veo duerme bajo altos árboles,
despiertan lentamente y caminan sorprendidos
sin acabar de creer que tenemos por delante un nuevo día.
La gente que veo lee con atención gruesos libros bajo los pinos,
señalan lugares que han soñado sobre mapas extendidos,
hablan con mil acentos y cien lenguas
pero no veo nadie que sea extranjero.
Veo bajar por la cuesta un chico con falda roja y negra,
camiseta de Iron Maiden y el pelo teñido de rosa,
de la mano su novia morena de ojos pintados.
Veo gente de Sa Riera, de Las Hébridas, de Arlés y de Corte.
Veo rubias de piernas rosadas y falda corta
calzadas con sandalias de la legión romana.
Chicos morenos sonrientes, sin afeitar, llevan cajas de botellas.
Veo gente que come calamares con chorizo,
bami-goreng, patatas fritas con pimientos,
cous-cous, pizza, melones y mucha mantequilla.
Veo restos de piedra,
historias de gentes que llegaron hace muchos años.
Veo gente mayor con ganas de vivir
y jóvenes enamorados que empiezan a viajar.

La gente que veo tiene el corazón atrapado entre dos azules.



NOTA:
Siempre he sentido atracción por los lugares fronterizos, lugares de paso, donde la cultura nace espontáneamente por fricción de diferentes masas humanas, en ellos se generan nuevas formas de existencia híbridas y desde el centro de las culturas establecidas se suele tener una visión borrosa de estos que podríamos denominar
“no lugares”.