Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

miércoles, 16 de enero de 2008

Son gente que come morcilla

Alguien que no viene a cuento en esta historia nos había comentado que el carnaval de aquel pueblo era tremendo, increíble.
- Son gente que come morcilla. Nos dijo.

Teníamos que ir.
Pillamos el autobús y allá nos encaminamos por una carretera estrecha y en mal estado a 80 kilómetros por hora.

El "Francés", que en realidad no había estado nunca en Francia, era de padre francés y madre española, tez morena, ojos claros, nariz larga y gancho con las chicas, demasiado sibarita para algunos sitios que frecuentábamos, por ello nos acompañaba a Q y a mí solo en contadas ocasiones. Aquella era una de ellas.

Q era un ser impredecible, una temeraria caja de sorpresas, una bomba siempre a punto de estallar, fiel amigo y compañero hasta la muerte, la cual por cierto me hizo rozar en más ocasiones de las que hubiese querido.

En un pueblo antes de llegar subió una mujer con un cesto y vendía peladillas, turrón, rosegones.
No compré nada pero me gustó que subiera y ver como la gente le compraba.
Llegamos al pueblo, estaba abarrotado, había venido gente de todos lados, nos dirigimos enseguida a la plaza donde estaba el mogollón. Allí en medio había una morcilla descomunal.

Una inmensa y santa morcilla encima de unas andas.

Teníamos ante nuestros ojos el entierro de la morcilla.
Unas mujeres repartían bocatas y vino y nos pusimos en cola.
Aquella visión, más que visión fue una auténtica revelación, allí estaba la morcilla (sangre al fin y al cabo) como en un altar y en una mano teníamos el pan y en la otra el vino tinto, y en el pan el Francés y Q llevaban tocinillo y longanizas pero yo había pedido morcilla, morcilla con ajoaceite porque había comprendido que aquello era una auténtica comunión de almas y había que formar parte todos a una de la gran morcilla.
Al acabarnos los bocatas compramos de postre una botella de mistela, demasiado dulce para mi gusto.
Nos unimos a la fiesta, había peñas festeras y en cada peña iban disfrazados de la misma manera, un ambientazo. Había comparsas y una banda tocaba en medio del gentío a pesar de que apenas se podía oír la música debido a los silbatos y las risas.
Al girar una calle vimos unos tíos de una peña que bailaban metidos en un dragón y nos fuimos bailando detrás de ellos.
Vieron que había hueco para aparcar en la puerta de una bodega y allí que aparcaron el dragón entre dos coches con una maniobra perfecta y se metieron a por prive.
Nos miramos, los tres sabíamos lo que estábamos pensando. Rápidamente nos metimos por debajo del dragón, delante el Francés, en medio Q y yo en la retaguardia y salimos a toda mecha.
El Francés miraba por 2 agujeros, Q y yo no veíamos nada.
- No os tiréis ningún pedo, cabrones.

Nos lo pasamos de miedo con el dragón hasta que al pasar por un cruce oímos:
- Ahí están.

Corrimos a toda hostia, nos seguía un grupo de tíos de una peña.
No podía verlos pero los oía cada vez más cerca y si eran los mismos de antes tenían una cara de bestias que no veas.
- Dejad este trasto y vámonos.

Salimos del dragón dejándolo cruzado en medio de la calle.
El Francés corría delante, eché en falta a Q y al girarme lo vi con el mechero en la mano.
- Estás loco tío.
- Le voy a pegar fuego.
- Una mierda, ¿quieres acabar de cagarla?.


Le quité el mechero de un zarpazo y salí corriendo, el Francés ya estaba lejos.
Q me seguía.
- Dame el mechero, dámelo.

Llegamos a una pequeña plaza y nos escondimos en un gran portal de piedra.

Allí en medio había un tío grande mirando un balcón.

Se puso a gritar.
- ¡Baja zorra!.
- ¡Puta!.
- Dile que baje que lo voy a matar.


Vino al portal donde estábamos escondidos como una exhalación y se lio a puñetazos, parecía que iba a derribar la puerta. Los tres lo mirábamos con los ojos como platos y nos apretábamos todo lo que podíamos contra el rincón y mirábamos muy serios los tres.

Parece que alguien salió al balcón, el tío retrocedió hasta el centro de la placita.
- ¡Vete a la mierda!.
- Estoy sola.
- ¡Déjame en paz!.


Vimos caer un zapato que le pegó en la frente.
Aquel se puso histérico y arremetió contra la puerta como un toro.

- Vámonos que alguna hostia nos vamos a llevar.

Salimos de allí como de puntillas, disimulando, aunque el colega estaba completamente ciego con su chica y con sus ganas de matar al otro.

Fuimos de esquina en esquina buscando otro escondrijo y llegamos a la puerta de una discoteca.

- Eso debe estar bastante oscuro, no nos verán las caras y podemos seguir con la fiesta.

Llegamos a la puerta y tiré pa dentro.

- ¡Eh!, ¿donde vas?.
- Adentro.
- y la entrada.
- ¿entrada?, pues tenía una.


dije palpándome los bolsillos del pantalón.

- Ále, a la puta calle.

Nos quedamos en la puerta acojonados, mirando para todos lados.

Nos fijamos que había gente que llevaba unas invitaciones de color naranja.

- y eso, ¿donde se coge?.
- déjalo, toma una, me sobran.
- dame tres por favor.


Entramos y el mazas de la puerta no me quitaba ojo hasta que estuve bien adentro.
Allí acabamos la noche en lo más oscuro, bailando y charrando con un grupo de pibas.

Cuando nos echaron ya era de día, teníamos que volver a la plaza para subir al autobús.
En una calle un chiquillo nos reconoció.

- eran esos, esos de ahí, los que se llevaron el dragón.
(el muy cabrito)


Salimos corriendo una vez más, menos mal que el autobús estaba esperando que subiera la gente con la puerta abierta.
Por la ventanilla vimos a los de la peña del dragón allí parados, mirándonos y no subieron al autobús porque no quisieron.
(pa qué)

Cuando el autobús movió les hicimos señas con la mano, señas de amistad y gratitud.

Sonreíamos.



La morcilla en cuestión a la brasa


A propósito de Arte y Morcillas aquí os pincho un enlace que muestra lo que es dejarse la sangre en el trabajo.

---> Bon profit <---

4 comentarios:

El Peruano Dorado dijo...

Gracias por tu visita. Esperamos que te gusten las desventuras del peruano. Nosotros nos daremos alguna vuelta por aquí, para compartir arte y locura.

Patricio

Adrià dijo...

Tío me duele de reír!!!....

Pero tu que eras? La kaleborroca valenciana? Jajajaja….

Y la descripción de la morcilla jajajaja…

Y dicen que yo estoy mal….

Tesa Medina dijo...

Hola, Art. Me encanta el título, para empezar.

El relato tiene chispa. Entretiene, te ríes,como apunta Henry, es visual, porque sabes mirar, pero creo que hubiera sido mucho mejor si lo hubieses acabado cuando el grupo tiene que abandonar el dragón robado y salir a toda leche, cuidando de que Q no ejerza de pirómano.

La historia de la discoteca y del tipo que grita a su novia no aporta nada, y le quita fuerza. Me dirás: pero es que fue así como ocurrió. Ya, pero se puede contar en dos líneas, si es que es quieres contarlo como sea.

Es sólo una opinión, Art. Una.

Decía Cortazar que se puede hacer literatura hablando de una piedra. Eso para Cortazar no debía ser complicado. Pero sí que es cierto que empeñarse en contarlo todo es un defecto que lastra una buena historia. Lo digo por experiencia.

Besos.

Marta Noviembre dijo...

Si pongo que me encanta la morcilla, pues no me entiendas mal, pero vamos, que me encanta la morcila y el relato, que me parto.

Y que un beso de parte de la auténtica marta, que no sabe si le falta o si le sobra. En ello estoy...

¡Mua!