Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

lunes, 1 de septiembre de 2008

La foto

El papelito DIN-A4 dobladito en la cartera entre el BonoBus y el BonoMetro caducado decía Crusty Crab El Bar.

Era un sitio con una luz naranja y verde en medio de un bosque de árboles altos y pantanos hondos con caimanes.

Ella lo miró y lo guardó, y lo sacó de nuevo y lo leyó.

Allí había un tipo extraño y a la vez familiar sentado en el porche con las manos juntas de dedos entrelazados sobre una vieja mesa de madera, como en un rezo. Al otro lado de la puerta una mecedora quieta color madera no se mecía.

En el cielo una larga nube negra y fina lo dividía en dos. Ella levantó la vista como en media plegaria nada más pues su pensamiento estaba absorto en la circunferencia vegetal que generaba su universo cercano.

Este no es el verdor circunstancial de una primavera.
Llevo la cámara cargada.

-¿qué le pongo señorita?.

-Café, azúcar, dos cucharillas por favor, me refiero a 2 cucharillas ¿sabe?.

-Perfecto, siéntese, acomódese dentro o fuera, donde guste.

-Gracias.

Fuera vería mejor la llegada de los que esperaba, se sentó en una de las mesas pegada a la esquina derecha de la casa según se la mira y quedó mirando. Dentro de la casa se oía bramar la máquina de café y el sonido de pasos en el piso de tablas. El camarero de alargada figura y brazos velludos llevaba el paño en el hombro, se lo pasó ágilmente a la mesa mientras con la otra mano sostenía el plato.

-Con dos cucharas como los dobles párpados de las garzas que se sostienen sobre una sola pata.

-Gracias.

Junto a la casa había un mástil esmaltado blanco y desconchado del que pendía aburrida por la falta de viento una vieja y sucia bandera yanki, las barras blancas estaban ya de color tierra, la zona azul de las 50 y tantas estrellas estaba bastante descolorida por el sol a modo de punteado más claro.

Otra garza rayada de una pata, contagiada de estrellas, excusa para tantas muertes, excusa para tantas vidas, pensó.

Hacía calor y mucha humedad y aquellos se retrasaban.

Un lugar intraMundo, contenido pero oculto, nadie llegaría allí por casualidad, solo los que intencionadamente buscaban el lugar lo iban a encontrar, un lugar nunca de paso sino final, por eso daba esa sensación de descanso porque desde allí ya no se iba a ningún sitio, era el punto donde implosionaban múltiples vidas y caminos, no un cruce sino una convergencia.

Y a ella se le estaba acabando la paciencia.

Llevaba el móvil encima, podía llamar pero no lo hizo, le pareció cuando lo pensó, mejor esperar.

Ibis blanca de aguas estancadas, reflejos del ciprés llorón, del árbol caminante, del cielo sobre el agua.

El café era largo, menos mal.


5 comentarios:

CASANDRA dijo...

"Llevaba el móvil encima, podía llamar pero no lo hizo, le pareció cuando lo pensó, mejor esperar."
esto de tener el movil tan a mano, cómo nos hace dudar...!!!!
(le robé la escalera... y se ve que no me lo perdonó, porque no has vuelto a visitarme...perdón, perdón, perdón, pero la volvería a robar...jajaja)

Adrià dijo...

No hace mucho estuve en un pueblo de Luisiana que me recuerda a lo que describes…
Por suerte no tuve que esperar a nadie, el café no me apasiona…

Me mola leerte cuando decides contar cosas.

Tesa Medina dijo...

Hola, Jose, podría empezar por cualquier sitio a comentar que no a mirar y leer, que ya lo he hecho a ratos, pero empiezo por aquí, para ir descendiendo desde este agua pantanosa, con la chica que espera, el café, la garza y la bandera de estrellas, caimanes somnolientos…

...un paisaje que reconozco de otro de tus escritos, o ¿era un manglar?, había un garito, agua, pájaros y también me resulta familiar el tipo extraño con los dedos enlazados… Me gusta.

Un abrazo,

Marta Noviembre dijo...

Sí, menos mal que el café era largo...

Buenas, Art, me he pasado el verano en trenes que se han empeñado en devolverme a Madrid. La aceptaré como casa, pues. Y digo la, porque es chica. Como yo.

Un beso

Adriana Lara dijo...

es como los blogs, a los cuales uno nunca llega por casualidad la segunda vez que llega, al menos.