Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Las estrellas de verdad también tienen cinco puntas.

Camino hasta la playa.
La mar siempre ha estado allí, sin embargo cada vez que vuelvo a ella me parece nueva, fresca, miro la luna, la luz del puerto reflejada en las nubes, las luces de los barcos en el horizonte.
Al final de la playa empiezan las instalaciones del puerto, allí hay viejos pescadores a cualquier hora mirando impasibles, pendientes solamente del hilo que les une con el mar.
- ¿ Pican?.
- Poco.
- ¿No hay suerte?.
- No.
Paso de largo, me gusta el carácter de estos hombres.
La calle rebosa de vida y de actividad.
Me siento en un bar de un cruce donde la calle se ensancha un poco, cuesta abajo, las mesas de aluminio inclinadas transmiten su inclinación a cualquier líquido sobre ellas. Tranquilamente pido un menú especial.
Un borracho sin camiseta hace como que tropieza y cae sobre la mesa donde conversan tres muchachas. El camarero sale y lo expulsa educadamente, en voz baja, el borracho habla de la constitución mientras entra en la tienda de alimentación de la esquina.
El camarero me sirve el primer plato, abundante:
- no sé si podré con él.
- claro que podrás.
La cerveza no está muy fría pero no me importa, cuando se está a gusto se disculpa incluso la temperatura de la cerveza.
El borracho sale de la tienda con una litrona en la mano, en una mesa vacía coje las aceitunas que se han dejado.
Una niña chinita se me acerca y me enseña lo que ha hecho de papiroflexia con el papel de un caramelo:
- quiero pan.
- toma.
El padre, que no es chino, me mira preocupado y se disculpa, lo miro y sonrío.
Una punky pasa entre las mesas tocando la flauta dulce.
Unos giris le dan un euro, deja de tocar y entra en la tienda de alimentación.
Unos señores mayores discuten en la mesa de al lado la diferencia entre Catalán, Valenciano, y Mallorquín. Me muerdo la lengua.
Los punkys aparecen y desaparecen, el tipo tendrá unos cuarenta años, la muchacha no llegará a los veinte. Ella intenta entrar en el bar, el camarero educadamente le niega el paso.
Una pareja de holandeses observan el espectáculo y sonríen, el hombre se parece a Jean Renau, la mujer rondará los cincuenta aunque se mantiene guapa y con la mirada llena de vida.
Leo panfletos de galerías de arte, pienso en Lola, se me humedecen los ojos.
Recojo una patata que me cae al suelo.
Los padres de la chinita y dos parejas más divagan sobre el origen de la lengua griega:
- 100.000 años tendrá.
- no 20.000.
Etimologías arcaicas.
Levanto la vista, miro el cielo y las nubes. La mujer holandesa me imita. Su marido se levanta a mear y ella lo sigue con la mirada, orgullosa.
Pienso que debo escribir, pienso que debo ponerme ciego y escribir, me gusta bucear en el fondo de las almas.
Aparece un hindú con un acordeón. Un gitano que habla inglés tocando una guitarra canta el "bésame mucho" a los holandeses, más tarde intenta cantar a las tres muchachas pero ellas bajan la mirada y comen. El gitano se va.
Aparece una mujer china ofreciendo flores, pasa por todas las mesas menos por la mía.
El camarero me trae el café, se derrama un poco debido a la inclinación de la mesa, no importa.
Pienso en las metas, en los metalenguajes y en los métodos.
Giro la vista y veo mi reflejo en un cristal, mi cara se me antoja la máscara encontrada en la ciudad de Troya y entonces comprendo que desciendo de Ulises.
Cierro los ojos y en mi interior veo unos ojos grandes de largas pestañas, no son humanos, son los ojos de un mochuelo. Se alejan poco a poco y en este movimiento se van transformando en los ojos de una mujer que me mira fijamente, una mujer que tampoco es humana.
El camarero deja el plato con la factura sobre la mesa, el sonido me hace abrir los ojos.
Pago y me guardo la factura:
- trae otro día a tus amigos.
dice ofreciéndome la tarjeta del bar.
- muchas gracias por todo, hasta luego.


(para Tennessee estés donde estés)

8 comentarios:

Adrià dijo...

Ok soy especialista en rencores, pero ahora me toca decir, Jodeer como me equivoqué contigo! Creo que te debo una disculpa por algunas faltas de tacto, la anterior fue buena está la supera, vida real en palabras reales, me he sentado a la mesa contigo!,

La única cosa que no comparto es el perdón por la temperatura de la cerveza…

Por cierto no entendí que querías decir con el mándame los MP3…

Aquí no vuelve Henry, prefiero pasarme yo.

Adrià

Nosotras mismas dijo...

Hola, te saludo y me llevo tu post, con permiso, para leerlo en el trayecto de vuelta a casa. Al final las obligaciones y las prisas me hacen posponer los buenos momentos.

Saludos.

elnaveiras dijo...

grande, mu grande

Tesa Medina dijo...

Los pescadores, hombres de frases cortas y pensamientos largos, pacientes. La mesa de una terraza es el palco ideal para asistir a la representación de la vida, la vida en pequeña dosis, los gestos que cuentan más que las palabras.

Esa calle inclinada representa el equilibrio que todos hacemos para sobrevivir a la rutina, al tedio. No pares, sigue escribiendo.

Me gusta. Mucho.

Más besos.

Marta Noviembre dijo...

Aix, casi olía el mar... Un beso

isabel dijo...

estoy con pepe (y con sus berberexos...jajajajaj)

y a tí pues gracias
por bucear en las almas
de verdá que gracias
mua

Orizschna dijo...

Hermoso, sin duda.
Un saludo!

Adrià dijo...

Que? chiringuito y mojitos?

No pares hombre!