Acercándonos a las cosas pequeñas nos acercamos a lo real, los detalles frente a las grandes anécdotas extravagantes y únicas, más lejos de nuestro corazón que las repeticiones diarias de esos pequeños actos de todos los días.

jueves, 1 de enero de 2015

Comida de Navidad

Hemos comido con todos los abuelos, con los tres.
He olvidado hacer una foto en la comida, espero hacerla el año que viene, el mismo día.
Todo transcurre linealmente, sin grandes sobresaltos, sí con pequeños, esas pequeñas cosas que nos alteran momentáneamente pero después nos hacen entornar los ojos, y decir, no pasa nada, aunque nos hayan sacado de la cama.
Las comidas con ellos son plácidas, nos conocemos todos ya demasiado, a nuestra manera pero demasiado para sorprendernos, y esa confianza genera una especie de estado de agustez que antes no existía.
Nos preguntamos si cuando lleguemos a ese punto de la vida también nosotros seremos así, no lo sé, cada uno es cada uno, tan iguales y tan diferentes.
Hemos comido con los tres, y con Sonia, que siempre será niña, a pesar de sus 38, y con los niños, que siempre serán los niños; y cuando me habla mi madre de historias de la posguerra, que ya he oído muchas veces, desconecto solo un poquito, y dentro de mi cabeza regresa el cuarto de ellos que nos dejo hace ahora dos años y medio, y con el que guardo tantos ratos compartidos mientras construíamos nuestra casa.

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