Un
director de un importante y valorado museo hablaba en términos de
“travestismo” o “prostitución” a cerca de las concesiones
que hacen los gestores culturales de instituciones públicas con
respecto al poder político.
El
poder tiene que creer que aquello que estamos haciendo está alineado
con su ideología o por lo menos no la perjudica, un juego de ceder a
cambio de poder hacer algo que nos parezca interesante, porque de lo
contrario no haremos nada (y el no haremos nada lo repitió por
lo menos 3 veces).
En
la tendencia que existe a sacar el arte de los museos y hacer que se
hibride con lo social, alegando como pretexto ese estado del arte en
que el arte es elitista, autoreferencial, y solo hace que mirarse el
propio ombligo, y buscando esa fusión con la calle donde no nos
demos cuenta de que lo que estamos viendo, tocando, e incluso
respirando, es también arte, ha desarrollado proyectos con
mujeres encarceladas (revista hipatia), niños autistas, y población
gitana.
A
mi modo de entender, el arte sale de su gueto (museo) para refugiarse
en otros guetos (minorías), la gran masa social queda al margen. El
poder político sabe que ha de cuidar de su rebaño de electores, las
minorías en realidad poco le importan más allá del uso que puede
hacer de ellas en sus actos benéficos y en la práctica del
buenismo, que al fin repercutirá en más votos fluyendo desde el
gran rebaño. El político dice al director de museo, o al comisario,
esa parcela es toda tuya, trabaja con los enfermos de sida, con los
indigentes, con grupos étnicos minoritarios, y en esa línea se
desarrollan proyectos que acaban en exposiciones aparentemente
transgresoras, por lo exótico, lo raro, por el morbo de las imágenes
que se muestran, porque parece que estamos tratando con los tabús
sociales, pero en realidad ya no existe ningún tabú excepto uno, y
ese es intocable y ¡Ay del director que se atreva a mostrarlo!, me
refiero a la gran bestia contemporánea, al MERCADO, a las marcas
comerciales, los logos, las prácticas de compresión de los
salarios, al deterioro de los modos de vida, lo que afecta todos los
días a la gran masa de electores, el día a día del gran rebaño,
sus preocupaciones.
Lo
que está en juego al fin y al cabo es la libertad de expresión,
esta vez como expresión artística, una censura asimilada desde los
programas de televisión, defendida por prestigiosos abogados bien
pagados, nada debe perturbar la tendencia en las ventas de esta
temporada.
Los
museos solo acuden al mercado en busca de mecenazgo, tenía razón el
director del museo, prostitución es una palabra adecuada para
esta práctica.
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