Derrida siempre ha desconfiado del culto a la identidad, así como de lo comunitario, ya que conlleva, entre otros riesgos, el de desembocar en un narcisismo de las minorías. Por ello, para él y “el comunitarismo o el Estado-nacionalismo” representan las figuras más evidentes de ese riesgo y, por tanto, de ese límite en la solidaridad. El riesgo debe ser revaluado a cada instante, en contextos móviles que den lugar a transacciones siempre originales. Nos alerta, por tanto, ante el hecho de no caer en reduccionismos en cuanto a las responsabilidades políticas ante situaciones tan complejas, contradictorias y sobredeterminadas.
Afirmar algo es poner en marcha una cadena de significados que simultáneamente confirman su negación.
jueves, 14 de octubre de 2010
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